“Al salir [Jesús] para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” Marcos 10:17
Por este versículo (y por los que siguen) sabemos que el hombre que vino a Jesús para hacerle esta pregunta era un hombre muy especial. Era muy respetuoso, pues se dirige a Jesús como: “maestro”. Era muy humilde: porque se arrodilló ante él. Conocía muy bien la Biblia: porque habla de sus leyes. Era obediente: pues había tratado de cumplir los mandamientos. Era moral: ya que se comportaba como mandaba la ley. Tenía hambre espiritual: porque quería saber cómo tener vida eterna. Tenía también su compás espiritual apuntando en la dirección adecuada: pues viene a la persona correcta (a Jesús) para resolver su incógnita espiritual. Finalmente, una persona con estas características (sobre todo educada y estudiada) debió haber sido también adinerada, porque en aquellos tiempos solo los más pudientes podían acceder a una educación.
En resumen, este hombre era el hombre “perfecto”. El hijo que todo padre quiere tener, el yerno que toda suegra anhela, y el príncipe azul con el que toda mujer sueña casarse. PERO, aún con todas estas características, a este hombre todavía le faltaba algo: saber cómo obtener la vida eterna. Así que, interesantemente, aunque no le faltaba absolutamente nada de este lado de la vida, había algo muy dentro de su corazón, que le decía que todavía estaba vacío. Esta historia ilustra algo muy importante. Que aun cuando lleguemos a tenerlo todo. Cuando lleguemos a la cima, una vez allí nos vamos a dar cuenta de que allí no hay nada, ni tampoco nadie. Solamente nosotros con nuestro ego, orgullo, éxito, títulos y trofeos. Y junto con todo esto, una soledad terrible, y una sensación tremenda de despecho y vacío. Es obvio que no está mal alcanzar o buscar el éxito, el problema está en creer que eso es TODO lo que necesitamos en la vida para sentirnos realizados. Hoy es un buen día para recordar que ya sea con éxito o sin él, lo que más necesitamos a nuestro lado en la vida, no son los trofeos, sino a DIOS.