“Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor”. (2 Timoteo 2.22)
La tentación es peligrosa. Ser tentado en sí mismo no es pecado, pero es un paso antes de pecar, y por eso la biblia nos llama a enfrentarla correctamente. ¿Cómo? Primero, huyendo. Cuando la tentación llegue, no te quedes a ver qué pasa. Ni tampoco te quedes diciendo: “es que yo sí la puedo resistirla”. Eso no es actuar con sabiduría, sino con imprudencia. La Biblia es clara ¡huye! Segundo, el versículo de hoy nos llama a reenfocar nuestra mirada. En vez de estar pensando y/o poniendo toda nuestra energía en cierta tentación, lo que tenemos que hacer es poner nuestra mirada y energías en mejores cosas como: “la justicia, la fe, el amor, y la paz”. Si es que no aparto la mirada de lo que me tenta, entonces voy a terminar pecando. Es mejor reenfocar o redirigir la mirada a cosas mejores. Tercero, el versículo de hoy nos dice que también debemos reagruparnos “con los que de corazón limpio invocan al Señor”. Muchas veces la tentación viene por medio de la presión de grupo. Si nos juntamos con gente que no ama a Dios, este grupo nos incentivará y empujará a dar rienda suelta y actuar de acuerdo con nuestra tentación. Por otro lado, si nos reagrupamos con los que verdaderamente aman a Dios, huir de la tentación será más fácil, porque todos nos motivaremos y cuidaremos para no pecar. Así que, cuídate de no dejar que las tentaciones te lleven a pecar.
Recuerda que Jesús fue tentado, pero no pecó, y al no hacerlo nos demostró que la tentación sí puede ser vencida. Y también, que cada vez que decimos “no” a una tentación, estamos diciendo “sí”, a Dios. No dejes que las tentaciones te intimiden y te hagan pecar, enfréntalas correctamente. ¡Dile sí a Dios!