“Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así”. (Génesis 1:14–15)
El día cuarto de la creación Dios creó “lumbreras”, es decir el sol, la luna, las estrellas, los astros etc. Y Dios no se queda callado en cuanto a su propósito. Nos dice claramente que creó estas lumbreras como “señales para las estaciones, para días y años… [y para dar luz] sobre la tierra”. Dos cosas aprendemos de esto. Primero, los astros no son dioses, y no fueron creados para ayudarnos adivinar el futuro. Fueron creados como señales, para ayudarnos a diferenciar entre los días, los meses, y los años. Los pueblos antiguos practicaban la astrología, por medio de lo cual trataban de saber su destino. Ellos no entendían que los astros no dicen nada, no tienen vida, que no tienen voluntad propia y sobre todo ninguna opinión. Pero las cosas no han cambiado mucho. Hoy en día todavía la gente sigue tratando de saber su destino por medio de cosas como el horóscopo. Es lo mismo, un acto inútil. Que cosa más extraña debe ser para Dios, vernos leyendo las estrellas, y no la Biblia. Pero hay algo más que este día cuarto de la creación nos enseña. Al igual que Dios ha puesto lumbreras que guían nuestros calendarios, Dios ha puesto también lumbreras en nuestra vida, para que iluminen nuestro caminar diario, mensual y anual. Un buen amigo cristiano, un pastor, un hermano, una iglesia, un buen libro, la Biblia, un mentor, etc. Es fácil andar con la cabeza agachada sin ver los astros en el cielo y creer que no hay ninguno. De la misma manera es fácil andar por la vida distraído sin ver las “lumbreras” que Dios ha puesto para guiarnos espiritualmente. Alza la cabeza. Ya no tienes que andar en la oscuridad ni viendo al suelo. Busca una “lumbrera”. A veces están más cerca de lo que crees.