“Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios…”. Mateo 8:16
La existencia de los demonios es tan real como la existencia de Jesús mismo. De hecho, si negamos la existencia de estos seres, tenemos que por lógica negar también la existencia de Jesús. Porque como vemos en el pasaje de hoy, la Biblia presenta a Jesús y a los demonios como seres reales. Claro, creer en demonios ya no está de moda. Ahora somos más intelectuales, sofisticados, estudiados, educados como para creer “esas cosas”. Pero recuerde, yo puedo ser, sofisticado, educado, y estudiado, y creer que al saltar de un edificio me voy “a caer para arriba” y no para abajo, pero eso sería lo que yo creo, mas no la verdad. De igual manera, yo puedo ser, sofisticado, educado, y estudiado, y creer que los demonios no existen, pero eso sería solamente lo que yo creo, más no la verdad. Es un error mortal ignorar al enemigo, nos puede costar muy caro. Por otro lado, tampoco es bueno obsesionarse con el enemigo.
C.S. Lewis lo puso en esta manera “En lo que se refiere a los [demonios], la raza humana puede caer en dos errores iguales y opuestos. Uno consiste en no creer en su existencia. El otro, en creer en [ellos] [y] sentir un interés excesivo, y malsano. Los [demonios] se sienten igualmente halagados [y felices] con ambos errores, [y ellos] acogen con el mismo entusiasmo al [ateo que no cree en ellos] y al hechicero [que tiene un excesivo interés por ellos]”. Ignorar u obsesionarse con los demonios no está bien. Las dos cosas son dañinas. Lo que está bien es reconocer la realidad de su existencia, y estar atentos a sus maquinaciones para así poder reaccionar en forma oportuna y correcta.