“Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar. Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre…”. Luc 1.62–63
Zacarías, el padre de Juan el bautista, estaba siendo disciplinado por no haber creído que su esposa iba a tener un hijo. Por esta falta de fe, Dios lo había dejado mudo. Es justo en este momento de su vida, que le preguntan ¿cómo quiere que se llame su hijo? Muchos recordaran en este punto de la historia que Zacarías no tenía que ponerle el nombre que él quería, Dios ya le había dicho que ese niño debía llamarse Juan. Pero nadie sabía esto, solo él y Dios. Así que Zacarías podría haber desobedecido a Dios y nombrarlo como quiera. De hecho, podría haber usado esta oportunidad para desquitarse de Dios por haberlo dejado mudo. Pero no, Zacarías decidió obedecer, aun en medio de la disciplina. ¿Por qué? porque Zacarías había aprendido una verdad que a muchos de nosotros nos cuesta aprender: que la desobediencia es mucho más costosa, que la obediencia.
Piensa por ejemplo en el negocio multimillonario de la pornografía. Pocos saben que la pornografía es más adictiva y dañina que la cocaína y la heroína. Estas dos drogas pueden de ser expulsadas de nuestro cuerpo humano, pero la pornografía no. La pornografía se queda siempre en nuestra mente, dañándola terriblemente. Y junto con eso, dañando también nuestro matrimonio, familia, reputación etc. Obedecer a Dios en este caso, sería mucho menos costoso que desobedecerlo. Nadie dice que obedecer a Dios es fácil, especialmente en medio de una cultura que nos enseña a pecar. Pero tampoco podemos decir que es imposible. ¿En que estas siendo desobediente? Es hora de considerar los costos. Ya no te engañes a ti mismo, recuerda que desobedecer a Dios es siempre es más costoso, que obedecerlo.