“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre”. Génesis 2:18–19
La creación de una esposa para Adán no fue una casualidad, sino que algo cuidadosamente planeado. Antes de crear a Eva Dios le dio una tarea a Adán: nombrar a los animales. ¿Por qué? porque así iba a notar que todos los animales tenían su pareja lo cual resultó en algo que es difícil de creer, pero que es verdad. Adán notó que Dios había creado al hombre con un “vacío” natural en su corazón que ni Dios mismo podía llenar, sino sólo una mujer. Esto claro, no quiere decir que Dios lo creó al hombre con un desperfecto, sino que el hombre fue diseñado para ser complementado por una mujer.
Tres lecciones importantes podemos aprendemos de esto: Primero, la pareja que Dios creó para complementar al hombre fue una mujer, no otro hombre, dos mujeres o cualquier otra combinación. Esto deja fuera la idea del homosexualismo, lesbianismo, poligamia, adulterio etc. Segundo, la creación de la mujer no fue una mera casualidad, sino algo meticulosamente planeado. Esto debería recordarnos a nosotros los esposos que nuestras esposas no son cualquier cosa, y por lo tanto no deberíamos tratarlas como tal, sino como lo que son: el regalo de Dios debidamente planeado para cada uno de nosotros. Tercero, esto debería recordarles a las esposas que fueron hechas como la ayuda idónea, y no como la “molestia” idónea. No dejes entonces que tu idea del matrimonio sea moldeada de acuerdo al mundo, sino de acuerdo a Dios. Eso siempre será mejor, y traerá los mejores resultados.