“Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos…ingratos, impíos…implacables, calumniadores…crueles…traidores, impetuosos, infatuados…que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”. 2 Timoteo 3:2–5
Según dicen algunos artículos, la mujer embarazada debe evitar los mariscos, la leche, los huevos crudos, los vegetales, las frutas mal lavadas, las salchichas, ciertas vitaminas, el microondas, cobijas eléctricas, los pesticidas, la pintura, el broncearse, la cafeína, los zapatos altos, el tabaco, el alcohol, hacer ciertas dietas, estar sentada o parada mucho tiempo, animales como gatos, perros, anfibios, reptiles y ciertas aves. Tiene que evitar comer demasiado, broncearse, pasear mucho tiempo en bicicleta o a caballo, el yacusi, bucear, esquiar, inmunizarse contra ciertos virus, caminar por lugares con garrapatas, el ruido, limpiar la casa, y estresarse. Y graciosamente, uno de los artículos terminaba diciendo: “y por favor, evite también creer todo lo lee y le dicen, que debe evitar.” De seguro hay cosas que una mujer embarazada debe evitar, pero que sí y que no, es algo que ella misma debe investigar.
En el versículo de hoy, el apóstol Pablo nos dice también que como cristianos, hay algo que debemos evitar: específicamente a las personas que tienen apariencia de piedad, pero no lo son. Es decir, a los que aparentan seguir a Cristo, pero no lo hacen. A los que citan la Biblia, oran, ofrendan, van a la iglesia, pero cuya vida es contraria al evangelio. A estos, debemos evitar. Así que, no te sientas obligado a llamar, invitar a tu casa, tener comunión, o forzarte a conversar con los fariseos de tu iglesia, más bien evítalos. Por otro lado, ¡cuida de que tú no seas ese fariseo, que todos los demás están llamados a evitar!