“Había gigantes en la Tierra en aquellos días…pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová” Génesis 6:4,8
Como es obvio, los gigantes no eran la persona promedio, sino más grandes, más fuertes, y más poderosos. Un tipo de súper hombres que hasta ese momento nunca habían existido. Lo interesante aquí, sin embargo, es que ninguno de estos gigantes fue escogido por Dios para subir en el arca durante el diluvio. De hecho, fue lo opuesto. Dios escogió a un hombre viejo, un hombre común y corriente llamado Noé. Un hombre ordinario y promedio, que se distinguía de los demás tan solo en que quería permanecer fiel a Dios. De esto aprendemos una gran lección. Hoy en día se nos enseña que debemos llegar a ser “gigantes”, o, dicho de otra manera, ser los primeros, los más guapos, poderosos, sexys, rápidos, adinerados, etc. Por lo tanto, ser una “simple” ama de casa, carpintero, estudiante, albañil, pastor, o profesor sin fama y seguidores en Facebook o Instagram no es suficiente.
¡Gracias a Dios, la Biblia nos da una perspectiva diferente! Primero, nos recuerda que no es malo ser una persona común, y que la mayoría de nosotros nacimos para ser así, pues no todos podemos ser los primeros en todo. Segundo, la Biblia nos enseña que para impactar al mundo Dios generalmente no escoge a personas extraordinarias, o a gigantes que hacen proezas. Sino personas ordinarias, con quienes puede hacer proezas extraordinarias. Recuerda entonces, que a la final Dios no nos va a pasar cuentas por ser el primero en la clase, o el más grande profesor o dentista del mundo. Sino por cuan obedientes y fieles hemos sido a lo que nos manda. Está bien ser un gigante o el primero en algo. Pero mejor aún es permanecer fiel a Dios, sin importar si soy un gigante o una persona promedio.