“Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante”. Eclesiastés 4:9–10
Muchos pastores predican estos versículos en las bodas. Claro, esto no tiene nada de malo, solo que estos versículos no están hablando de un matrimonio, sino de lo beneficiosa que es una buena amistad en general, comparada con el hacer las cosas sólo. Un buen amigo dice el versículo, es aquel que cuando te caes, te levanta y no te deja tirado en el piso. Se da cuenta de que te has caído, porque ya no estas caminando a su lado. El mal amigo por otro lado, nunca se da cuenta de que te has quedado tirado en el suelo. O si te ve en esa condición, se hace el desentendido, o aún peor no le importa que estes allí ¡Que importante entonces es encontrar un buen amigo!
Alguien ha escrito que los personajes bíblicos se los puede dividir en cuatro categorías: Primero, los que son extraordinarios, pero no son buenos. Segundo, los que son buenos, pero no extraordinarios. Tercero, los que no son ni buenos ni extraordinarios. Y cuarto, los que son buenos, y extraordinarios. Creo que lo mismo se aplica a las amistades que podemos encontrar y luego cultivar. Hay personas que son extraordinarias, pero no buenas. Otras que no son ninguno de los dos. Y otras que son los dos. Lo que quieres para tu vida es una amistad verdadera…y claro, al mismo tiempo ser también una amistad verdadera para alguien más. El dicho es claro: “El que se junta con lobo, aullar aprende”. Si vas a cultivar (o si estas cultivando) una amistad que te enseña “aullar”, no es buena. Mas bien preocúpate en buscar y cultivar una amistad verdadera. Alguien que no esté interesado en enseñarte aullar, sino en ayudarte, de verdad.