En el año decimoquinto del imperio de Tiberio Cesar, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. (Luc. 3: 1,2)
En medio de la densa oscuridad de este mundo, la palabra de Dios vino al desierto de Judea por medio de Juan Bautista, el precursor de Jesús el Hijo de Dios. Así mismo hoy en día las tinieblas cubren este mundo, pero no aparece la Palabra de Dios.
La palabra de Dios que vino por medio de Juan, llego cuando la oscuridad campeaba en el mundo. Tiberio Cesar que ocupaba la cúspide de la autoridad mundial no era otro que un degenerado sexual, que cansado de ser el gobernante desde Roma se retiró a Capri una villa de la bahía de Nápoles en donde se dedicaba a sus vicios, específicamente al abuso de niños. Luego en el orden de poder estaba el representante de Tiberio en esa parte del mundo que era Poncio Pilatos un personaje sin ningún tipo de escrúpulos que como más tarde Lucas nos relata en el cap. 13, ordeno una matanza cruel, porque tan solo le interesaba el dinero. Luego estaban los esbirros del imperio que eran los reyes judíos llamados los Herodes, que uno de ellos decapito a Juan. Y al final de esta lista estaba el poder religioso de Anás y Caifás, a quienes lo único que les interesaba era mantenerse en el poder y lucrar por medio de éste.
Entonces es en medio de esta realidad que vino la Palabra de Dios, la misma que llegó a afectar toda la realidad de pecado y obscuridad, al punto que estos cambios han perdurado hasta nuestros días. Digo esto por cuanto nuevamente la situación de degeneración y depravación campea en los organismos internacionales como nacionales, quedando a la espera de la aparición de la “voz que clama en el desierto” _(F)