Pues, aunque han conocido a Dios, no lo han honrado como a Dios ni le han dado gracias. Al contrario, han terminado pensando puras tonterías, y su necia mente se ha quedado a oscuras. Decían que eran sabios, pero se hicieron tontos; porque han cambiado la gloria del Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, y hasta por imágenes de aves, cuadrúpedos y reptiles. (Ro. 8:20-23)
Cuando se quita a Dios de la sociedad, pensando que nos hemos emancipado en sabiduría, lo que nos queda tristemente es “el azar”, el “accidente cósmico” y el sin sentido de la vida. Cuando se quita a Dios no hay origen ni destino, y por lo tanto no hay identidad ni propósito, a tal punto que no sabemos de dónde venimos ni hacia dónde vamos y no podemos contestar ni siquiera la pregunta: ¿Quién soy yo?
Cuando se quita a Dios nos volvemos incomprensibles, ya que no podemos entender de ¿dónde viene la bondad y como apareció la maldad? Y, ¿por qué el bien y el mal se encuentran en un vaivén indeterminado? en donde lo que es bueno para unos resulta el mal para otros y, en donde las buenas personas de hoy son los villanos del mañana, y viceversa.
Cuando se quita a Dios el concepto del pecado pasa a ser una opinión personal, o a lo mucho “errores que todo el mundo comete” y por lo tanto nos quedamos sin explicación frente a la corrupción y la maldad.
Y es que profesando ser sabios quitamos a Dios de la ecuación de la vida, y por lo tanto tenemos una nueva definición de lo que es el hombre. El hombre ya no es mas una criatura de Dios, una criatura moral; sino más bien un microorganismo evolucionado que no tiene alma, y que se ha convertido en una máquina de instintos. Y debido a esta nueva definición los seres humanos se convierten en sujetos de derechos a quienes hay que estimularles constantemente a través del método de “estimulo- respuesta” como lo hizo el científico Iván Pávlov con sus perros – (F)