“Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos”. 1 Samuel 1:6
El texto de hoy trata de Ana, una mujer cuyo deseo más grande era tener un hijo, pero no podía. Esto la deprimía mucho. Depresión es un término psicológico que se refiere a ciertas características mentales, emocionales y de conducta que nos afectan. Es cuando una persona se siente presionada de tal manera que es incapaz de experimentar gozo, y en vez de eso experimenta tristeza, dolor, culpa, desesperanza, etc. El secreto a voces en todo esto es que todos experimentamos depresión, no solo ciertas personas, todos lo hacemos. Pero ¿Cómo encarar la depresión? PRIMERO, recordando que Dios está en control. Nuestra esperanza no debe estar tanto en que el problema se va arreglar, sino en que Dios va arreglar problema. SEGUNDO, recordando que Dios tiene un propósito en todo. La Biblia promete al cristiano que “todas las cosas ayudan a bien” (Rom 8:28). Así que aun cuando no podamos ver el porqué de los problemas, sabemos que algo bueno va a salir de ellos. TERCERO, ocupándonos en algo. Todo psicólogo o consejero va a decirnos que lo mejor que podemos hacer para enfrentar la depresión es estar ocupados. La depresión nos vuelve egoístas y hace que nos desconectemos de las realidades y responsabilidades que nos rodean. Cuando enfrentemos la depresión entonces es importante entender que, aunque una parte de mi vida no esté funcionando muy bien, las demás tienen que seguir funcionando. Después de todo, no solo soy un hombre deprimido, sino también padre, esposo, amigo, hermano, hijo, trabajador, vecino, etc. y en cada una de estas áreas, la gente cuenta y espera que cumpla con mis responsabilidades.