“Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.” Marcos 11:23
La duda puede a veces ser más dañina que la ignorancia, el desconocimiento, o incluso que la misma enfermedad física. Por ejemplo, todos ignoramos o desconocemos ciertas cosas en la vida, y esto no nos ha hecho daño. Por otro lado, puede que alguna enfermedad física me lleve a la muerte, pero seguir vivo y tener duda acerca de algo es a veces más dañino. Una madre por ejemplo preferiría saber si su hijo está vivo o muerto, pero no vivir con la duda de saber si es que vive o muere. Pero hay una clase de duda que es más peligrosa que las demás, el dudar de Dios. Cuando dejamos que esta duda anide en nuestros corazones entonces nuestros miedos, inseguridades, y temores se elevan a niveles totalmente irracionales. Esto, porque esta clase de duda lo saca todo de proporción. Y de repente lo que Jesús dijo se da la vuelta. Como alguien lo ha dicho, ahora “comenzamos a pensar que ya no necesitamos una fe tan pequeña como la semilla de mostaza para mover una montaña. Sino que necesitamos una fe tan grande como una montaña, para mover una semilla de mostaza.”
La duda lo exagera todo. No dejes que haga nido en ti. Dios está sobre cualquier miedo, enfermedad, problema, o inseguridad. Confía en él, y mira como las montañas empiezan a quitarse de tu camino.