En aquel tiempo no volverá a decirse: Los padres comen uvas agrias y a los hijos se les destemplan los dientes. Porque será que a quien coma uvas agrias, a ese se le destemplarán los dientes. Cada cual morirá por su propio pecado. (Jer. 31:29)
El mayor error que una sociedad pueda hacer en la búsqueda de cambios en la conducta de sus habitantes es que use de restricciones como una fórmula mágica para lograrlo. Desde que existe la humanidad las consecuencias de los actos han sido el mejor indicador para la toma de conciencia. Por ejemplo, un padre que siempre salva de las consecuencias de sus malos actos a sus hijos, nunca logrará que éstos maduren, y siempre tendrá a los hijos como una tremenda carga por toda su vida.
De igual forma cuando el gobierno aplica leyes restrictivas para lograr mejores resultados, se topa con la sorpresa que cuando quita las restricciones la conducta sigue igual y peor que antes. En el sistema educativo tenemos un ejemplo de esto: Se pasó de 2 a 5 horas de educación física con la finalidad de bajar los índices de obesidad en escuelas y colegios, y el resultado después de una década sigue siendo igual y en muchos casos peor que antes.
En el texto de hoy, Dios nos dice que cada uno tiene que aprender a ser responsable de sus propios actos cuando expresa, “Cada cual morirá por su propio pecado”. Los gobernantes del mundo no están permitiendo que cada uno sea responsable de sus actos, ya que están aplicando leyes para todo el mundo, en vez de dejar que los que no actúan con responsabilidad reciban las consecuencias de sus actos. En verdad hay tanto desperdicio de vidas encerradas cuando no se entiende bien lo que verdaderamente cambia la conducta. – (F)