Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra. (Sal.139:13-15)
En este tiempo de la emergencia sanitaria ha existido una gran propaganda en las vacunas, presentando a estas como el único medio para desarrollar inmunidad; y de esta manera se ha dejado de lado la cosa más importante que tenemos para enfrentar enfermedades como es la inmunidad innata que desarrolla el cuerpo humano naturalmente.
El cuerpo humano creado por Dios tiene la capacidad de enfrentar al entorno. Por ejemplo, cuando nos herimos, inmediatamente los vasos sanguíneos se abren en la zona afectada, así que la sangre puede llevar oxígeno y nutrientes a la herida, los cuales son esenciales para la sanación; y al mismo tiempo los glóbulos blancos actúan para combatir la infección causada por los microbios y entonces comienza a repararse la herida.
De igual manera el cuerpo humano tiene inmunidad innata y específica, lo que significa que éste, está equipado para protegerse en contra de cuerpos extraños nocivos como los virus y las bacterias. Debido a esto vemos que, en estudios recientes, realizados en personas que enfrentaron la infección del coronavirus en los primeros meses de la “pandemia” y que, aunque han pasado ya 10 meses, se ve claramente que estos siguen teniendo una inmunidad del 95%.
Como vemos en el texto bíblico de hoy, Dios nos hizo maravillosamente, de tal manera que estamos equipados para enfrentar aun en medios hostiles, por lo que lo más importante no es huir del ambiente hostil, sino hacerlo frente desarrollando la capacidad de defensa que el cuerpo humano tiene, y principalmente estas defensas suben cuando no vivimos en temor, cuando hacemos ejercicio y tomamos buen oxígeno y sol, y cuando disfrutamos de las buenas relaciones familiares e interpersonales. – (F)