“No está aquí, sino que ha resucitado.” Lucas 24:6
William Shakespeare en su obra “Como les guste” dice que la vida puede resumirse en siete etapas. La última de todas es la vejez, “la cual es segunda infancia, el mero olvido. Sin dientes, sin ojos, sin palabras, sin nada.” Shakespeare tenía razón y nuestros cuerpos lo saben. Pues nuestros cuerpos se enferman, son frágiles al calor, frío, polvo, al mucho viento, la nieve, y el agua. Son alérgicos a las abejas, mosquitos, pulgas, al pelo del perro, gato, etc. Y como si esto fuera poco, también están sometidos al paso del tiempo. Nuestras mentes lúcidas comienzan a olvidar, a confundir el presente con el pasado y la realidad con la fantasía. Caminamos más lento, las fuerzas se desvanecen, nuestra figura física cambia, nuestros ojos nos fallan, y nuestros oídos dejan de escuchar. Y como Shakespeare dice, terminamos nuestra última etapa de la vida: como un bebé vulnerable, con olvido, “sin dientes, sin ojos, sin palabras, sin nada.”
Esto suena deprimente, y lo es hasta cierto punto. Pero aquí es donde la resurrección se hace presente. Gracias a que Cristo resucitó la biblia dice que nuestros cuerpos también resucitarán y serán restablecidos en carne y hueso para poder disfrutar eternamente en el cielo con Dios. Y ¿Qué es este mundo terrenal y temporal comparado con el cielo eterno? Nada, no hay comparación. No te desanimes entonces porque vez que estás envejeciendo o sigues enfermando. Esto pronto acabará, y vendrá una eternidad completamente diferente. Todo esto gracias a que Jesús ha resucitado.