“Porque el Señor al que ama, disciplina.” Hebreos 12:6
La palabra “disciplina” en este versículo se traduce de la palabra griega παιδεύω (paideuo), la cual significa no solo “disciplina” sino también: “instrucción,” “entrenamiento,” “corrección,” e incluso “castigo.” Sin embargo, esta palabra involucra también la idea de que todo esto se hace, con el sólo objetivo de hacer de alguien, una mejor persona. Esta, como vemos en el versículo de hoy, es la manera en que Dios nos trata, con disciplina. El problema es que nosotros somos seres tan infantiles, tontos, mal agradecidos, y desorientados espiritualmente que cada vez que Dios nos disciplina (“instruye,” “entrena,” “corrige,” o “castiga”) reaccionamos negativamente, y nos enojamos. Y cuando eso pasa, perdemos el enfoque. Olvidamos que esa es justamente la razón por la cual Dios nos sigue disciplinando, porque todavía seguimos siendo infantiles, tontos, mal agradecidos, y estando desorientados espiritualmente.
Hay un poema que dice: “Me llamas Señor, y no me obedeces. Me llamas Luz, y amas la oscuridad. Me llamas el camino, y no andas en él. Me llamas la vida, y en ti reina la muerte. Me llamas Sabio, y no sigues mis consejos. Me llamas justo, y no me temes. Me llamas eterno, y te preocupas sólo de lo temporal. Me llamas Dios, y no me sirves… Si te disciplino entonces, no me culpes.” Todos necesitamos de la disciplina divina. (Los más ruditos la necesitan más que otros.) La disciplina es parte de la vida. No reniegues cuando esta llega, sé moldeado por ella, y en poco tiempo, disfrutarás de sus beneficios. Serás, una mejor persona.