“Ciertamente que nada más nos ofende en forma más ruda que esta doctrina (del pecado original) y, sin embargo, sin este misterio, el más incomprensible de todos, somos incomprensibles a nosotros mismos.” (BLAS PASCAL)
Tal como lo dijo Pascal en el siglo XVII la raza humana se vuelve incomprensible si desconoce realidad del pecado. Es así que los actos sangrientos sucedidos en las cárceles del Ecuador la semana pasada no se pueden comprender si no se toma en cuenta la realidad del pecado.
En la actualidad, se ha desechado la perspectiva bíblica del pecado, afirmando que el hombre es el resultado de la evolución natural, y que por lo tanto es bueno por naturaleza. Según esta creencia, la naturaleza buena del ser humano surge en las condiciones sociales correctas. Desde entonces se ha buscado explicar el pecado como resultado de la ignorancia, pobreza y demás condiciones sociales negativas. Visto de esta manera, las malas acciones en la naturaleza humana no son resultado de la corrupción moral, sino respuestas aprehendidas en el medio en el que se desenvuelve, por lo tanto, la respuesta a la maldad esta en ajustar bien las condiciones sociales.
Este enfoque rechaza la justicia tradicional basada en la ley de Dios, y reduce a la ley a un conjunto de políticas sociales y económicas que aparentemente funcionan de modo óptimo. Entonces en vez de tratar a los seres humanos como agentes morales con deberes y responsabilidades, se les trata a los seres humanos como objetos a ser moldeados y manipulados.
Cuando cerramos los ojos a la capacidad humana para el mal, no estamos construyendo los límites morales, que son necesarios para protegernos de esa maldad. Por lo tanto, debemos afirmar categóricamente que La causa de la maldad en el mundo no es la pobreza, ni el racismo, ni las condiciones económicas o sociales; sino el pecado (F-)