“No temáis, ni tengáis miedo de ellos. Jehová vuestro Dios, el cual va delante de vosotros, él peleará por vosotros…” Deuteronomio 1.29–30 Hoy en día existen toda clase de miedos. Agorafobia, miedo a los espacios abiertos. Claustrofobia, miedo a los espacios cerrados. Antropofobia, miedo a la gente. Cinofobia, miedo a los perros. Tanatofobia, miedo a la muerte. Coulrofobia, miedo a los payasos. E incluso turofobia, miedo al queso. Esos miedos son reales por supuesto, pero también lo es Dios. En el pasaje de hoy el pueblo de Israel tenía miedo. Pero este miedo, justificado o no, era el producto de no confiar en Dios. Es verdad que en la vida hay muchas cosas que nos asuntan, y hasta cierto punto es normal ser asustado por lo desconocido. Lo que no es normal es dejar que estos miedos nos paralicen e incapaciten para vivir. Es una cosa morirse de cáncer, pero es otra morirse de miedo. Si mi doctor me informa que tengo cáncer, esto sin duda me daría miedo. Pero este miedo no debería paralizarme o incapacitarme. Si bien ahora soy una persona que va a morir con cáncer, todavía soy padre, esposo, amigo, pastor, hijo, hermano, vecino, cuñado, etc. Y en todas estas áreas, Dios algún día me va a pasar cuentas por cómo he vivido y he servido. Tan extraño como parezca entonces, ternarle miedo al queso, la muerte, o los payasos nacen de la misma fuente. Falta de confianza en Dios. Ya no excuses tus miedos, ni tengas miedo de enfrentar tus miedos. Demuestra que tu confianza en Dios, es más grande que todas estas cosas.