“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” Génesis 1.27
Todo ser humano es creado igual, pero no así sus ideas. Ya en el año 2015 una de los artículos en la BBC informaba que los habitantes en Texas (U.S.) tuvieron que acudir a las urnas a votar para decidir si es que una persona transgénero (persona que cree ser del sexo opuesto al que realmente es) podía utilizar el baño de su elección, ya sea este un baño público o privado. Todo esto en nombre de la aceptación, “es que todos somos iguales y por lo tanto todos debemos ser aceptados”, nos dicen. Pero no hay que confundir las manzanas con las naranjas. Aceptar a una persona por lo que es, no es lo mismo que aceptar sus ideas. Es verdad que todos fuimos creados iguales por Dios y por eso todos merecemos respeto y aceptación: el pastor, el homosexual, la prostituta, el asesino, el profesor, el doctor y (aunque sea difícil de reconocer) aun los políticos. Sin embargo, esto no significa que debemos aceptar también sus ideas. Es un error básico de lógica confundir las dos cosas: la igualdad de ideas con la igualdad de personas, ya que estas no son lo mismo. Como creyentes entonces aceptamos como creación de Dios a todas esas personas que creen que uno puede elegir ser hombre o mujer, pero en ninguna maneta aceptamos sus ideas. Ni siquiera aceptamos nuestras propias ideas. Aceptamos las de Dios. Y él ha dicho, es él quien decide lo que somos (hombre o mujer), no nosotros.