‘¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que separan para Dios la décima parte de la menta, del anís y del comino, pero no hacen caso de las enseñanzas más importantes de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto es lo que deben hacer, sin dejar de hacer lo otro. (Mt. 23:23)
Todos los seres humanos son seres morales, es decir que llevan implícito una conciencia moral; esto significa que conocen lo que es justo y decente, aunque no se les haya enseñado. Es por esto que se apela a que cumplan ciertas normas sociales que son racionales, como reglas de tránsito, reglas de urbanidad, reglas de higiene, etc. Sin embargo, si el ente de control empieza a poner reglas que atentan contra lo que es justo, e incentivan con éstas a no practicar un espíritu compasivo y solidario, entonces el desarrollo hacia una sociedad hipócrita y corrupta se acelera vertiginosamente.
Esto es precisamente lo que estamos viviendo en el ambiente de la pandemia, por cuanto, aunque no se han establecido reglas sin embargo se promueve ciertos comportamientos como: No visitar a los ancianos, aislar a los niños. Estas cosas han causado más daño que bien. Pero también por otro lado se han establecido reglas que incentivan a la corrupción como: En los vehículos particulares no pueden viajar más que un cierto número de personas, aunque esto implique que la familia que viven bajo el mismo techo no puedan los dos padres y sus tres hijos viajar juntos. Los niños que son los menos vulnerables no puedan acompañar a ciertos lugares a sus padres. La persona que está trabajando en el campo, o la que está caminando sola por la calle debe llevar obligatoriamente una mascarilla. Estos y otros ejemplos más, nos están llevan a practicar hipocresía, ya que cumplimos solo para que no nos multen; y lo que es peor están aumentando la corrupción al pagar a la policía y entes de control.