“Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”. Lucas 9.61–62
Al leer este versículo muchos dicen, “Jesús fue muy injusto. ¿Por qué no dejar a este hombre se despida de los de su casa?” Sin embargo esta no es una crítica acertada. Jesús siendo Dios podía ver más allá de lo que nosotros vemos. Y lo que Jesús vio en el corazón de este hombre fue que un corazón que estaba dividido entre seguirlo a él, y dejar completamente las cosas de este mundo. Este hombre no necesariamente era un hombre que quería volver a ser mundano y hacer lo que él quería. Sino más bien era un hombre que no podía decidir de una vez por todas romper su relación con el mundo. “No era ni chicha, ni limonada.” Por eso Jesús le dice, “Ninguno que pone su mano en el arado y mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”. Los que han arado saben muy bien, es imposible arar un terreno mientras se mira atrás. La persona que quiere seguir a Jesús por lo tanto, tiene que tener sus manos en el arado y su vista al frente. ¿Qué es lo que en tu vida te hace todavía mirar hacia atrás? Déjalo. Es hora de romper nuestra relación con las cosas del mundo y comenzar a arar, pero puestos nuestros ojos en la meta que es Jesús.