Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Jn. 14:6)
Hay un solo ser dentro de este mundo y a través de toda la historia que dijo: -Yo soy la verdad- Lo cual significa que Él es la medida de toda verdad. Su nombre es Jesucristo.
Hoy en todo el planeta nos encontramos frente a “verdades” que por haberse repetido miles de veces se van asentando como “la verdad”, pero: ¿Puede algo llegar a ser verdad solo por el hecho de repetirse miles de veces? o, ¿Para ser verdad debe llevarse a comprobar con exactitud los hechos? Por ejemplo, en esta crisis sanitaria se manifiesta una y otra vez la agresividad potente de este virus, de tal manera que en muchas naciones se han implementado protocolos sumamente estrictos, aunque al mismo tiempo hay naciones que lo han visto de diferente forma la agresividad del virus, y en donde los contagios no han sido diferentes de los primeros. De igual forma también, cada día se dan a conocer el número de contagiados con tanta vehemencia, aunque al mismo tiempo las pruebas que se han practicado en los posibles casos demuestran un alto índice de error. Frente a esta realidad resulta poco responsable dar a conocer como verdad hechos que necesitan no solo de mayores evidencias, sino también de tiempo para llegar a determinar lo que es verdad. Pero lo más difícil de esta situación es que se trata de hechos que con rapidez conmocionan a todos, ya que se trata de la posibilidad de morir y por lo tanto el temor lleva a abrasar con más rapidez como verdad todo lo que repiten los medios, de tal forma que ya nadie se cuestiona si verdaderamente es la verdad. Frente a este cuadro no debe de sorprendernos que todos se pongan al cuidado de si mismos, llegando a tener un típico caso de síndrome de rebaño.