“Me acordé en la noche de tu nombre, oh Jehová, Y guardé tu ley.” Salmo 119.55
Todo creyente sufre de mala memoria, especialmente en los tiempos difíciles. Por eso lo que necesitamos no es tanto aprender nuevas cosas, sino recordar lo que ya hemos aprendido. Dios sabe esto, y por eso a través de la historia ha utilizados diferentes medios para ayudarnos a recordar. Por ejemplo, nos dejó un arcoíris para ayudarnos a recordar que jamás volverá a inundar la Tierra. Al pueblo de Israel le hizo construir un arca y tabernáculo para recordarles que él siempre estaba con ellos. A la iglesia le ha dejado la Santa Cena para recordarle acerca del perdón de pecados, etc. Dios siempre se ha preocupado por ayudarnos a recordar, porque él sabe que somos prontos a olvidar. En tiempos como hoy entonces, cuando reina la impaciencia, la incertidumbre, la ansiedad, la depresión etc. es bueno volver a recordar las promesas de Dios. Sin embargo, esto no pasará si es que primero no recordamos dónde están esas promesas. Esas promesas están en la Biblia. Lo mejor que podemos hacer en estos tiempos entonces es abrir y leer la Biblia. Segundo, lo mejor que podemos hacer en estos momentos es creer lo que la Biblia dice. De qué sirve leer un manual de cómo construir una mesa, si es que a la final no voy a creer lo que dice y voy hacer otra cosa. De nada sirve leer la Biblia una y otra vez, si es que a la final no vamos a creer lo que dice. Eso es lo que hace el ateo. El lee, y no cree. Nosotros por otro lado, leemos y creemos. Por eso nos llamamos “creyentes.”