“… y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida.” Hebreos 2:14-15
Son tiempos de incertidumbre los que el mundo está viviendo estos días. Al estar conectados por medio de la tecnología podemos estar al tanto de lo que está ocurriendo en cada rincón y logramos comparar nuestra situación con la de los demás, esto, a veces nos hace preocupar más o quizá alivia nuestro espíritu al ver que no estamos tan mal como en otros lugares. Pero todo se resume a una base común, el temor. Temor a no saber que pasará mañana, temor a tener lo suficiente para sobrevivir y específicamente el temor a la muerte. Cuando Dios creo al hombre no lo creo para morir, el hombre no estaba sujeto a la muerte según el orden de la creación. Por eso es que los hombres experimentan un horror natural a la muerte. La muerte entró en el mundo por el pecado como lo dice Romanos 6:23 “La paga del pecado es la muerte”. Pero hay una gran diferencia entre la muerte de un cristiano y la muerte de un incrédulo. Para el cristiano la muerte ha perdido su aguijón, ya que tiene el perdón de todos sus pecados. Para él la muerte no es un castigo, sino una liberación, un cambio para lo mejor, y como dice el versículo de hoy Jesús vino para vencer a la muerte a través de su resurrección y quitar el miedo que lleva a la esclavitud. Este es el tiempo en que Jesús nos llama a aceptar la vida eterna que tiene para nosotros. La muerte del cuerpo no es el fin del hombre porque en Jesús tenemos vida. Dios nos está regalando este tiempo para examinar nuestras vidas y tomar la mejor decisión.