“Comerán el cordero de este modo: con el manto ceñido a la cintura, con las sandalias puestas, con la vara en la mano, y de prisa. Se trata de la Pascua del Señor”. Éxodo 12.11 (NVI)
Todos estamos familiarizados con la historia de las diez plagas en Egipto y de cómo Dios las utilizó para hacer que Faraón liberara a Su pueblo. El versículo de hoy, aunque no lo parezca, sale precisamente de ese contexto. Este versículo nos cuenta lo que Dios le pidió al pueblo que haga tan solo unas horas antes de que la décima plaga arribara. ¿Qué les pidió Dios que hagan? Que coman bien, que estén vestidos apropiadamente, que tengan las sandalias puestas, y una vara lista para caminar por el desierto. En otras palabras lo que Dios les pidió es que estén listos para partir, porque esa noche saldrían de Egipto. Los israelitas por supuesto no tenían ni la menor idea de cómo todo eso pasaría, pero confiaron en Dios y lo obedecieron. Si es que ellos no hubiesen confiado y hecho lo que Dios les pidió, entonces hubiesen estado pecado. Todo esto nos enseña una gran lección. Que la que la falta de confianza en Dios es pecado. Dios nos manda a confiar en él y si es que no lo hacemos lo estamos desobedeciendo. Esto es muy importante tener en cuenta hoy en día especialmente cuando vemos que ha nuestro alrededor hay terremotos, tsunamis, guerras y aun ahora enfermedades mortales que nos hacen entrar en pánico. Dios nos ha dicho que confiemos en él, pero tristemente lo primero que hacemos es exactamente lo opuesto, no confiar en él y entrar en desesperación. Esto sería como si los israelitas esa última noche no hubiesen comido con la ropa lista, las sandalias puestas, y la vara en su mano. El pánico no es bueno para el alma y peor aún, demuestra que no confiamos en Dios. Este por supuesto no es llamado a vivir la vida estúpidamente siendo “confiados” o ingenuos. Este es más bien es un llamado a preocuparnos por lo que Dios nos pide que nos preocupemos, pero al mismo tiempo a no entrar en pánico por las cosas que no están bajo nuestro control. Para eso, está la fe. No dejes entonces que el miedo, pánico, incertidumbre, problemas etc. te hagan pecar no confiando en Dios. Ten fe, no hay nada que sea más grande que Dios.