Jesús, fuente de gozo.

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Si piensas por un momento ¿Qué es lo que trae gozo a tu vida? ¿Cuál sería tu respuesta? Quizá, el tener paz con todos en tu hogar y trabajo. Recibir una promoción o un aumento de sueldo. Cumplir un sueño que has tenido por años. Tomar una merecida vacación o culminar un programa de estudios.  Tener sanidad ante una enfermedad y gozar de buena salud. La definición de Gozo según el diccionario nos indica que es una “emoción intensa y placentera causada por algo que gusta mucho.” Pero ¿por qué tenemos ese sentimiento en nuestro ser cuando algo agradable nos sucede? La única respuesta es que Dios es quién creó ese sentimiento y lo puso en el ser humano. Él lo diseñó, lo instituyó y no solo eso, también nos dio a quién puede llenarnos de gozo todos los días. Al crear al ser humano, antes de la entrada del pecado, teníamos comunión perfecta con Dios, el gozo y alegría estaban impregnados en Adán y Eva, con la entrada del pecado, todo cambió.  Pero Dios ya sabía cómo volver a darnos gozo, y mandó a su hijo Jesús para destruir el poder del pecado en nuestras vidas y volvernos a nuestra esencia inicial, pura y sin mancha. Esta tercera semana de Adviento recordamos con Gozo la venida del Salvador. Como lo dice Isaías 9:3,6 “Señor, has traído una gran alegría; muy grande es el gozo. Todos se alegraran delante de ti como en el tiempo de cosecha, como se alegran los que se reparten grandes riquezas. Porque nos ha nacido un niño, Dios nos ha dado su hijo”. La próxima vez que en tu vida experimentes gran alegría y satisfacción, recuerda que el gozo más grande ya vino al mundo. Jesús ya nació.