El trabajo, una bendición.

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“Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí”. Eclesiastés 2.18

El trabajo como sabemos es un hecho necesario e inevitable en la vida. Cuando éramos pequeños jugábamos a ser bomberos, policías, ingenieros, personas de oficina, amas de casa, etc. pero cuando crecimos, esas cosas ya no parecían ser tan divertidas. Trabajar día tras día, año tras año y así toda la vida, no es cosa fácil de aceptar. Sin embargo, las buenas noticias son que esto no tiene que ser así, porque Dios nos creó para trabajar sí, pero también para disfrutar lo que hacemos.

Es verdad que después de que Adán y Eva Dios dijo que tendríamos que “sudar” para poder comer diariamente. Pero a veces olvidamos que Cristo vino para redimir todas las áreas de nuestra vida, incluyendo el trabajo. Eso quiere decir, que al volvernos creyentes aceptamos cambiar toda nuestra vida y volver a los patrones originales para lo que fuimos creados. Si éramos malos padres, malas esposas, malos amigos, malos hijos, o pésimos vecinos ahora estamos llamados volver al patrón bíblico y vivir de mejor manera. Esta idea también se aplica al trabajo, si antes de ser creyente odiaba mi trabajo, o no me gustaba, entonces ahora tenemos que volver al patrón bíblico. Muchos ven el trabajo como una maldición, una necesidad, un dolor de cabeza, o un mal necesario. Pero, ¿Cómo lo ve la Biblia? Como una manera de bendecir mi vida, Y LA DE LOS DEMÁS. Tal vez ese es el problema con nosotros, vemos nuestros trabajos como medios de bendición solamente para nosotros, pero no como una bendición para los demás. Claro el trabajo debe bendecirme a mí, pues provee para mis necesidades, pero también debe ser usado para ayudar, proveer, y bendecir a los demás. Pablo dice en Efesios 4.28 “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad”. Según Pablo entonces, el trabajo me fue dado no solo para que yo pueda subsistir, sino también para poder bendecir a alguien más con lo que hago. Es hora de redimir la idea del trabajo en nuestras vidas. Pero esto solo pasará cuando dejemos de ver el trabajo como un beneficio propio, y lo comencemos a ver también como un beneficio para los demás sean estos nuestros hijos, vecinos, conocidos, o los desconocidos con los que nos topamos a diario.