“Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él”. (Ro. 3:20-22)
Ningún ser humano ha podido por medio del cumplimiento de la ley, presentarse delante de Dios justo, ni en el pasado ni en el presente, ya que la ley en vez de justificarnos nos condena al mostrarnos nuestros pecados. Es por esto que Dios viéndonos oprimidos bajo la Ley, envía a Su Hijo al mundo como uno de nosotros (nacido de mujer y bajo la ley) quien llega a cumplir con todas las demandas de la ley de Dios, porque no se encontró en Él pecado alguno, aunque fue tentado en todo. Y estando en esta situación de El único justo, se ofrece delante de Su Padre a pagar la condena de muerte que pesaba sobre toda la humanidad.
La crueldad con la que se dio muerte a Jesús solo puede ser explicada en términos de ajusticiar a todos los pecadores. Dios hizo justicia a la humanidad al castigar cruelmente a Su propio Hijo, poniendo sobre El, el pecado de todos nosotros. Es por esto que cuando contemplamos la tragedia de la cruz todos nuestros pecados se ven en El único santo y justo, por lo que caemos rendidos ante Dios al contemplar su inmenso amor que no escatimó ni a su propio Hijo con tal de hacernos libres de la esclavitud del pecado.