¿A qué compararé la gente de este tiempo? Se parece a los niños que se sientan a jugar en las plazas y gritan a sus compañeros: “Tocamos la flauta, pero ustedes no bailaron; cantamos canciones tristes, pero ustedes no lloraron.” (Mt. 11:16,17)
No siempre nuestros sentimientos apuntan a lo que es correcto. Por ejemplo, usted puede desear tener el reloj nuevo de su amigo, pero no por eso le quitará a la primera oportunidad que él se descuide. Siguiendo esta misma idea, mucha gente piensa que el deseo de ayudar a alguien siempre es correcto, hasta que se topa con alguien que le cuenta una historia de tragedia y dolor familiar, el cual necesita urgentemente al menos 100 dólares; a lo que usted movido por el sentimiento de ayudar le ofrece de inmediato. Sin embargo, una semana más tarde se encuentra con alguien que recibió la misma historia y que le ayudó de la misma forma que usted, pero que descubrió que esa persona estafa de esa forma continuamente a la gente.
No, los sentimientos no fueron puestos en el hombre como guía para la moral. La moral individual y social han tenido por siglos un fundamento inamovible, un fundamento absoluto (no cambiable) y un fundamento trascendente; es decir que no proviene ni de la razón, ni de los sentimientos humanos, sino de Algo más estable y eterno que la raza humana. Ese Alguien atrás de la conciencia moral es Dios, quien es santo y perfecto y quien ha revelado el estándar de lo correcto y lo incorrecto.
La sociedad actual está sufriendo las consecuencias de haber abandonado a Dios y Su estándar para la moral, a tal punto que ha delegado a los sentimientos la tarea de interpretar lo que es correcto e incorrecto, en donde todo el mundo exige derechos para sus deseos y apetitos