Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. (Prv. 12: 5-11)
¿En qué consiste la disciplina? Y ¿Por qué es necesaria? El texto Bíblico lo expresa con toda naturalidad que se trata de infligir dolor para obtener fruto permanente. La disciplina no es solamente la amonestación verbal o el “sermón” que damos a nuestros hijos, y después pasamos por alto los hechos negativos que hicieron. No, la disciplina según Dios es la que causa dolor como medicina para curar la rebeldía y crear la virtud con la cual podrán tener éxito y al mismo tiempo disfrutar de la vida. La vida está compuesta de dos componentes básicos que son: La identidad (Quién soy) y el Destino (para qué existo). Dios claramente nos expresa que todo niño que no ha participado de la disciplina carece de la identidad de hijo amado, ya que descubre que no es un ser importante para sus padres; por cuanto éstos le dejan al amparo de sus propios deseos, y no hacen nada para formarles con la finalidad que obtengan un carácter virtuoso, sin el cual no podrán tener éxito ni disfrutar de la vida. Es por esto que el texto de este día dice: “Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.”