“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. 1 Corintios 10:31
Effie Linquist, una mujer en Iowa, vivió 88 años y hasta el final de sus días asistió regularmente a la iglesia. Si es que hemos de hacer cuentas entonces, eso significa que Effie escuchó más de 8.000 predicas, atendió a más de 4.000 reuniones de oración, y dijo más de 29.000 oraciones antes de ir a dormir. Si tuviéramos que poner todo esto junto sin embargo, interesantemente todo esto no representaría más que dos años de la vida de Effie. Y ¿que de los otros 86? ¿A qué los dedicó? Si es que como madre, esposa, hija, trabajadora etc. los dedicó hacer todo eso para la gloria de Dios, entonces diríamos que su vida la vivió de acuerdo a la voluntad de Dios. Pero si no lo hizo, lo único que podríamos decir es que Effie hizo la voluntad de Dios por dos años de su vida, y que los otros 86 los dedicó hacer su propia voluntad. El apóstol Pablo nos enseña algo muy importante este día. Que nosotros los creyentes debemos aprender a glorificar a Dios aun cuando no estemos dentro de la iglesia. Aun cuando estamos haciendo las cosas más sencillas y rutinarias de la vida como almorzando. Para glorificar a Dios no tengo que estar metido en la iglesia todos los días. Ir a la iglesia es bueno y es un mandato bíblico. Pero el mandato bíblico también es glorificarlo a Dios con todo lo que hacemos y donde quiera que estemos. Así que, ¿qué es lo que todos los que quedamos después de ti, diremos cuando tú ya te hayas ido? “Él o ella, vivió 88 años. Dos de esos años fueron para la gloria de Dios, y los otros 86 para la suya propia”. ¿Qué es lo que diremos de ti? ¿Qué es lo que dirán de nosotros? Recuerda, glorificar a Dios no solo es ir a la iglesia y orar, eso ciertamente es glorificarlo. Pero lo glorificamos a Dios también haciendo su voluntad fuera de la iglesia, viviendo como él quiere que vivamos. Siendo los padres, trabajadores, hermanos, esposos, amigos etc. que él nos manda a ser.