“Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”. Mateo 26.39
Esta pequeña oración de Jesús nos enseña algo muy importante en cuanto al arte de la oración, nos enseña que la oración más que petición, es una relación. Jesús fue a orar y pidió algo por supuesto, pero el enfoque de Jesús no estaba en la petición misma, ni en recibir lo que pedía, sino más bien, en tener comunión con su padre y comunicarle lo que estaba pasando, y sintiendo en ese momento de su vida. La oración entonces no es el medio que Dios ha provisto para que obtengamos lo que deseamos, sino más bien el medio que Dios ha provisto para entrar en su presencia y así tener una relación más íntima con él. Si tan solo pudiéramos entender esto, nuestra vida de oración será más rica. Porque entonces habremos entendido que el éxito de la oración no radica en que Dios me conceda o no, lo que le he pedido. Sino más bien, en tener el honor, el privilegio y el gozo de estar en la presencia de Dios por esos 5, 10, 15 o 20 minutos que dure mi oración. ¿Cómo está tu vida de oración entonces? ¿Vas a Dios tan solo para pedirle o demandar algo? Recuerda, el punto de la oración no es tanto pedir algo, sino deleitarse en estar en la presencia de Dios. Es hora de comenzar a ver la oración desde otro ángulo, el ángulo correcto, no como meramente una petición, sino como el privilegio de estar en la presencia de Dios. Anda a él en oración, él está esperando por ti.