Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba;… (Juan 19:11)
La humanidad por siglos ha reconocido que la fuente de la moralidad es El Dios Trascendente. Quien ha revelado un estándar moral para la humanidad, estándar que a través de la historia ha sido muy claro, con el cual se medía las acciones de los hombres y se reconocía lo que se debe hacer; especialmente en situaciones donde peligra la vida humana.
Pero desde el aparecimiento del Naturalismo Filosóficos en el que sus precursores como: Darwin, Nietzsche, Marks, Freud, kierkegaard, Rousseau y otros, dieron forma a esta filosofía, entonces hemos llegado a tener otra fuente de moralidad. Una fuente en el que los deseos están antepuestos a los principios eternos; una fuente en el que el poder político decide lo que es correcto e incorrecto por sobre la conciencia moral individual. Esta filosofía ha venido declarando que no hay un fundamento moral y único para la ética. Con esta realidad no debe sorprendernos que las decisiones morales en la sociedad se encuentran en un vaivén en el cual, por un lado priman los deseos y sentimientos y por el otro el poder político que decide lo que es correcto e incorrecto.
Todos los precursores colaboraron directa e indirectamente a que Dios sea visto poco o nada importante, al punto de que en estos días el fundamento de la moral ya no es Dios sino el hombre, como lo declara el humanismo: “EL hombre es el Juez del bien y del mal”. Y este humanismo poco a poco está dando paso al Posmodernismo filosofía que predica que cada ser humano es dueño de su verdad, y que por lo tanto puede haber muchas verdades para tal o cual procedimiento moral. Con esto no debe sorprendernos que poco a poco la amoralidad va conquistando el mundo y llevándonos a un caos sin precedentes en la historia.
Latinoamérica que ha tenido una herencia moral Trascendente, está cediendo aceleradamente al Amoralismo, y esto lo podemos ver en las Constituciones de los diferentes países que se están aprobando en las últimas décadas, Constituciones en la que únicamente el hombre es el Juez del bien y del mal.