¿Se puede legislar para matar?

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«Dios, el Todopoderoso, me hizo,
e infundió en mí su aliento» (Job 33:4)

«Tus ojos vieron mi cuerpo en formación;
todo eso estaba escrito en tu libro» (Sal. 139: 16)

¿Hay vidas de segunda clase? o ¿Hay seres humanos de segunda clase? Que por ser el producto de una violación o incesto se les debe eliminar. Entonces cabe También preguntarnos: ¿Cuántos de nosotros somos el resultado del fallo del método anticonceptivo? Y por eso nos hemos convertido en menos valiosos, o ¿Cuántos somos el resultado de una relación no marital, y peor aún el resultado de un ambiente de inmoralidad sexual? Y por ello nos hemos convertido en seres de segunda clase. En verdad Dios odia el pecado, pero sin duda ama al pecador y es por esto que mandó a su Hijo al mundo para ser el “Cordero” sin mancha con la finalidad de quitar el pecado del mundo. Y es esta la razón por la que Dios puso el pecado de toda la humanidad sobre Su Hijo Santo, haciéndole a Él, el responsable de todo el pecado del mundo; y condenando sobre Él, con el pago de la muerte, la culpa de toda la humanidad. Es por esto que la respuesta no está en eliminar a los pecadores sino en eliminar el pecado, llamando a éstos al arrepentimiento.

Toda criatura de Dios debe tener la misma oportunidad de venir a este mundo, sea cual sea su condición, ya que nadie debe erigirse (sea este un juez o una asamblea) como autoridad sobre la vida y la muerte de un ser no nacido; sino únicamente Dios. Es verdad que los magistrados tienen autoridad de hacer leyes para castigar al que hace lo malo, y tienen la autoridad dada por Dios para hacer leyes severas con la finalidad de detener la maldad; pero matando al no nacido no están atacando el mal.

En verdad la humanidad quiere erradicar el Temor a Dios quitando las consecuencias del pecado, y no permitiendo que éstas nos lleven al arrepentimiento. El dolor y el sufrimiento son herramientas de Dios para llevarnos a buscar el camino de regreso a una vida de plenitud, la misma que se consigue viviendo en armonía con su santa ley y voluntad.