“Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir”. 1º Reyes 17:12
San Agustín oraba: “[Dios,] nos hiciste para ti mismo, y nuestros corazones van a estar sin descanso, hasta que descansen en ti”. Los versículos de hoy son parte de una historia del Antiguo Testamento conocida como “Elías y la viuda de Sarepta.” En esta historia Dios envía al profeta Elías a pedir comida a una viuda muy pobre. De hecho, como vemos en estos versículos, esta mujer estaba preparando su última comida para ella y su hijo. Sin embargo, esta mujer tuvo fe y decidió depender de Dios compartiendo así de lo que no tenía con Elías. ¿Cuál fue el resultado? Dios la bendijo con abundancia de comida por largo tiempo. Esta pequeña historia es un gran recuerdo de que Dios nos creó para poder depender de él en toda circunstancia. Claro, el mundo de hoy nos enseña a ser auto-suficientes y auto-dependientes, dos cosas que tristemente nunca fuimos creados para ser. Dios nos creó para siempre depender de él, y para siempre encontrar nuestra suficiencia en él. Pero las ambiciones de la vida, la ansiedad, el sufrimiento etc. muchas veces nos animan, y/o empujan a depender de otras cosas, pero no en Dios. ¿Tienes riquezas? Entonces depende de Dios, para eso has sido creado. ¿Tienes pobreza? Entonces depende de Dios, para eso has sido creado. No dejes que nada en este mundo, sea bueno o malo, enfermedad o salud, amigos o enemigos, riqueza o pobreza, alegría o sufrimiento, te vuelvan auto-suficiente, o auto-dependiente. No hemos sido creados para vivir así, y por eso nunca estaremos felices, hasta que no dependamos completamente de Dios. A la final, San Agustín tenía razón, “Dios nos creó para depender de él, y nuestros corazones no van a estar satisfechos, hasta que descansen en él”.