Si algo nos enseñan estos versículos, es que Dios no juega con nuestras reglas de lo que es modesto y respetable. Somos nosotros los que jugamos con las reglas de lo que es modesto y respetable para él. En nuestra sociedad sería intolerante, ofensivo e irrespetuoso llamar a las personas, “mentirosos, malas bestias, glotones y ociosos”. Sin embargo, como vemos en los versículos de hoy, Dios no tiene este problema. Especialmente, si es que eso es lo que somos. No nos equivoquemos, Dios siempre llama a las cosas por su nombre. Pero hay algo más, Dios también es siempre bien intencionado. Eso quiere decir que si Dios nos trata de manera dura, no es porque está tratando de ofendernos, sino más bien porque quiere ayudarnos. En los tiempos del apóstol Pablo el pecado estaba tan enraizado en la sociedad cretense, que aun los creyentes habían comenzado a permitir, jugar y coquetear con muchos de los pecados de aquella sociedad. Dios entonces, por medio de Pablo los reprende llamando a las cosas por su nombre. Nuestra sociedad también podría aprender mucho de esto, porque la idea del pecado poco a poco se ha ido desvaneciendo. Ya no nos gusta hablar del pecado. Ahora más bien lo toleramos, luego lo legalizamos, y finalmente lo practicamos como si fuera la manera normal de vivir. Es hora de llamar al pecado por su nombre, y enfrentarlo de la manera correcta, por medio del arrepentimiento. ¡Al pecado donde quiera que se lo encuentre, ya sea en nuestras vidas o la sociedad, no se lo respeta o se lo tolera, sino que se lo llama por su nombre y luego se lo extirpa!