También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural,… (2 Tim. 3:1-3)
Al escuchar noticias trágicas que no podemos comprender, noticias en donde no existe ni siquiera un poquito de afecto natural, nos preguntamos ¿Qué nos está pasando a la raza humana para llegar a cometer crímenes tan extremos? En verdad la pregunta solamente Dios nos puede contestar, como lo expresa en el texto de hoy cuando dice: También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres…sin afecto natural,…
Por estas circunstancias nos damos cuenta que estamos en los últimos tiempos, ya que vemos características de “amadores de sí mismos…” y de toda esta lista que nos expresa el texto de hoy. Sin embargo, seguimos asustándose frente a estos hechos, por cuanto no conocemos los límites de nuestra maldad. En verdad la maldad es tan profunda de tal manera que si se la da rienda suelta, puede llegar a límites inimaginables, y por supuesto que ésta (la maldad) no contempla raza, ni grado de educación, ni posición social o económica; por ejemplo, aun los más preparados intelectualmente toman decisiones de dar muerte a los no nacidos a través del aborto.
Ahora bien, dentro del ser humano no existe poder alguno para librarnos de la maldad. Solamente la redención en Cristo nos proporciona el camino para la liberación. Es por esto que debemos rendirnos en completa humillación al único que puede romper este poder dominante que hay en nuestra vida, esto es, al Señor Jesucristo. Él ya lo dijo: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” (Jn. 8:36).
Cuando te rindes al pecado, pronto te darás cuenta del enorme control que ejerce sobre ti. Aunque digas: “¡Ah, puede abandonar este hábito en el momento que yo quiera!”, te darás cuenta de que no puedes y que éste te domina por completo porque cediste a él de manera voluntaria. Pero por el otro lado si te rindes a Jesús, El romperá toda clase de cautividad a la que estas sometido, y entonces podrás experimentar la verdadera liberación.