«En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó» Mateo 11:25
En el huerto del Edén Satanás pego el golpe mortal cuando sedujo a nuestros primeros padres con las palabras: “no, sino que seréis como Dios”. De esta manera quedamos a la merced de escuchar únicamente nuestras propias voces y convencidos que sin El podemos arreglar todas las cosas, de tal manera que nos hemos acostumbrado a venir a El únicamente cuando las cosas no van bien.
Sin embargo los que a través de Jesús llegan a conocer al Padre Celestial pueden comprender lo que Él nos enseña en este texto. Nos dice que los infantes antes de desarrollar su autosuficiencia egocentrista, tienen una capacidad tremenda para creer a lo que sus padres le dicen, y son así porque no buscan su propia causa, ni luchan por sus propios intereses. Es por eso que Jesús nos dice en este texto que Dios no puede revelar las cosas de El a los sabios de este mundo, es decir a los que persiguen su propias causas e intereses, sino únicamente a los que son como los infantes, porque estos viven con la expectativa de lo que sus padres les van a decir. Es por esto que los sabios de este mundo están siempre cansados, buscando por todos los lados que las cosas salgan como ellos quisieran, o como a ellos les parece; y es por esta razón que tienen los canales de sus mentes y sentidos siempre ocupados, de tal manera que Dios no les puede revelar nada. En cambio los que son como niños están siempre a la expectativa de lo que Dios les va a decir. Estos ya han recibido el conocimiento de quien es Jesús, y Jesús les esta enseñando quien es el Padre, es por esto que empiezan a practicar con sumo gozo la enseñanza que Jesús nos dio en Mateo 6:6. “Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.”