“Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos”. 2 Timoteo 4:13
Pablo en este punto de su vida estaba encarcelado, y una de sus últimas peticiones a Timoteo es que le traiga el capote, y los pergaminos. Por supuesto, inmediatamente nos preguntamos ¿qué son estas cosas? y ¿para qué sirven? El capote era una prenda sencilla, algo así como una cobija con un agujero en medio, parecido a los ponchos que utilizamos para el frío. La cárcel no era un lugar acogedor y mucho menos con calefacción, así que un “poncho” le hubiese venido muy bien a Pablo para cuidar de su salud física. Por otro lado, los libros y los pergaminos eran los rollos de papiro y pieles en los cuales se escribía ese tiempo. Esto nos dice que aunque estaba en la cárcel, Pablo no quería estar perdiendo el tiempo, quería estar haciendo algo edificante, en este caso leyendo. La actitud de Pablo en la cárcel, nos da una gran lección de cómo sobrellevar los tiempos de estrés en la vida. Con su actitud Pablo nos enseña que el secreto para mantener la calma en los momentos difíciles, es cuidar de nuestro cuerpo físico, y de nuestra mente. Muchas veces cuando la presión del estrés nos llega tendemos a dejar a un lado el cuidado de nuestro cuerpo (no comemos por ejemplo, o comemos demasiado y eso no es bueno para la salud física). Por otro lado, cuando el estrés llega tendemos también a descuidar nuestra mente (nos distraemos perdiendo el tiempo en las redes sociales, vemos películas y escuchamos música que empeora nuestra condición en vez de mejorarla). Este tipo de actitud no es buena para la salud física o mental de nadie, y mucho menos si es que lo que queremos es superar el estrés. Así que, ¿estas estresado? entonces cuida de tu cuerpo, aliméntalo bien. Pero no solo eso, también cuida y alimenta tu mente. Lee la Biblia, o un libro que en verdad te edifique. Hacer esto lo ayudó Pablo a sobrellevar la cárcel y luego su propia muerte. Supongo entonces que también nos ayudará a sobrellavar nuestro estrés, que en la mayoría de los casos, ni siquiera se compara con el de Pablo.