“El Señor aborrece las balanzas adulteradas, pero aprueba las pesas exactas”. (Proverbios 11.1 NVI)
Ser honesto no es cosa fácil, ya sea en los negocios o en la vida en general a todos nos cuesta serlo. Cuenta una historia que un hombre caminaba por la calle, estaba solo, miraba al suelo, y su corazón estaba lleno de preocupación y tristeza. Mientras caminaba, se encontró con un conocido del barrio quien le preguntó por qué estaba tan preocupado. El pobre hombre le confesó que había pedido mucho dinero al banco, y que se había dado cuenta de que no iba a poder pagar. Después de escuchar esto el vecino pensó por un momento y luego le dijo, “ya deja de ser tan tonto y de preocuparte por eso. Con lo que respecta a esa deuda, deja que los garantes se preocupen por ella”. Este tipo de consejo acarrea un mundo de deshonestidad y tristemente es una actitud que está impregnada en nuestra cultura y a veces incluso de nuestras vidas. Siempre estamos buscando mecanismos, atajos, o diferentes caminos para llegar la meta sin detenernos a pensar en la honestidad de esos atajos. Como creyentes, cosas como la responsabilidad, honestidad, trasparencia, verdad etc. deberían formar parte de nuestro diario vivir. Hacer esto por supuesto, toma tiempo, esfuerzo y sacrificio. Cultivar nuevas maneras de pensar y nuevas actitudes no es algo fácil, pero es nuestro llamado. Estas virtudes sin embargo, deben surgir no tan solo como una manera ética de vivir sino como algo natural en la vida del creyente. Hacerlo por conveniencia no es diferente a lo que hace el ateo. Hacerlo hipócritamente no es diferente a lo que hace el fariseo. Pero aprender hacerlas de corazón, eso solo lo puede hacer un creyente con la ayuda de Dios. ¿Estas utilizando una balanza adulterada en alguna parte de tu vida? Es hora de usar una balanza exacta. Es hora de buscar un poco más de honestidad en cualquier ámbito de tu vida que lo estés necesitando.