“No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias” Romanos 6.12 Uno de los peores reyes que estuvo en el trono durante los tiempos de Jesús fue Herodes el grande. Por su puesto en la Biblia a Herodes se lo conoce específicamente por haber enviado a matar a todos los niños menores de 2 años en Belén. Ahora, lo que poco se conoce de Hedores es que este hombre no era un tonto, de hecho era muy inteligente, un arquitecto ingenioso y conocedor de algunas ciencias. Lo interesante de esto sin embargo, es que aunque Herodes fue todo esto, su inteligencia, sus conocimientos en arquitectura y en todas las otras ciencias no pudieron contra ese viejo hombre o vieja naturaleza que moraba en su interior y que lo controlaba completamente. Herodes se volvió un rey sangriento, neurótico, y despiadado. Exterminaba con una crueldad irracional a todos sus enemigos, reales y los supuestos. Mató a Mariamne su esposa, a su suegra y algunos de sus propios hijos solamente por miedo a que le roben el trono. La crueldad y la locura de Hedores eran tan conocidas que había un dicho en los tiempos de Jesús, “Es mejor ser el chancho de Herodes, que ser parte de su familia”. La ironía de esto sin embargo esta es que aunque Hedores se creía, y de hecho era el rey, había otro rey en su vida, el viejo hombre (su vieja naturaleza pecaminosa) quien lo dominaba con más fuerza y más crueldad de lo que él jamás dominó a su propia gente. Pablo nos dice en el versículo de arriba que el pecado ya no debe reinar en nosotros los creyentes, y esto debido a que ahora tenemos una nueva naturaleza gracias a que hemos puesto nuestra fe en Cristo. Gracias a Cristo el viejo hombre ya ha perdido su poder y su autoridad en nuestras vidas, y por eso Pablo dice, “ya no reine pues el pecado en vuestras vidas” ya vivan de manera diferente. Pero claro, junto con esto no hay que olvidar que aunque el viejo hombre o naturaleza ha sido crucificada todavía estará dentro de nosotros hasta el fin de nuestros días aquí en el Tierra y por eso a veces pecamos. Así que, no menosprecies al viejo hombre o la vieja naturaleza que todavía llevamos dentro. Pero tampoco te desamines tanto cuando peques, porque en Cristo ya esos pecados han sido perdonados. Camina firme en tu nueva naturaleza, y cuando caigas levántate, no te quedes en el suelo, porque sabes bien que en Cristo ya todo ha sido perdonado.