¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; 1 Corintios 6.19 (NVI)
A veces vivimos como si fuéramos a vivir por siempre, y sin tener que darle cuentas a nadie. Imagínese que se va de viaje y le deja a su hijo $1500 para los gastos del mes. Esto incluye la renta, luz, agua, comida, teléfono, varios etc. Ahora imagine también que ese es su último viaje, porque Dios ha decidido que no regrese a su casa terrenal, sino que vaya al cielo. ¿Qué ventaja tendría su hijo con su muerte? Supongo que esto dependería de la clase de padre que haya sido, sin embargo, una ventaja que sí tendrá sin importar la situación es que nunca tendrá que rendirle cuentas por el dinero que le dejó. Por otro lado, si es que usted regresa a casa y su hijo le informa que ha gastado todo el dinero en video juegos, pornografía, licor, y cosas por el estilo, entonces la historia terminará diferente. En una sociedad tan materialista como la nuestra estamos enseñados a pensar que todo lo que tenemos, es realmente nuestro. Esto sería verdad, si es que Dios no existiera, pero Dios sí existe y eso lo cambia todo, incluyendo la perspectiva que tenemos en cuanto a lo que “es nuestro”. Pablo nos recuerda este día que todo le pertenece a Dios, inclusive nuestro cuerpo. La Biblia también nos dice que el final de los tiempos el Señor Jesús vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. ¿Qué significa todo esto? Que algún día, usted y yo le daremos cuentas a Dios por lo que hicimos con lo que supuestamente nos pertenece, y eso incluye nuestro cuerpo. Tristemente vivimos en una sociedad que nos empuja a satisfacer todo tipo de deseo carnal profanando así el cuerpo que Dios nos ha prestado. Nuestra sociedad dice, “Si te gusta hazlo…si te produce placer hazlo otra vez…y si te cansas de hacerlo, solo cambia de placer”. Esa filosofía funcionará solo hasta que Jesús regrese, porque una vez aquí, todos rendiremos cunetas no por lo que es nuestro, sino por lo que se nos ha prestado. En hora de entender o recordar nuevamente que lo que tenemos no es nuestro, sino que se nos ha dado para administrarlo con cuidado. A veces vivimos como si fuéramos a vivir por siempre, y sin tener que darle cuentas a nadie. Tenemos que empezar a cambiar esa realidad.