“Cuando vi que no actuaban rectamente, como corresponde a la integridad del evangelio, [yo Pablo] le dije a Pedro delante de todos: «Si tú, que eres judío, vives como si no lo fueras, ¿por qué obligas a los gentiles a practicar el judaísmo?” Gálatas 2.14 (NVI)
Todos nosotros podemos utilizar una dosis más de honestidad, y una dosis menos de hipocresía en nuestras vidas. Y es que la hipocresía corre en las venas de todos, tanto de los creyentes como de los no creyentes, y como vemos en el versículo de arriba, la hipocresía corría aún en las venas de los mismos apóstoles. En el versículo de hoy el apóstol Pablo tuvo que corregir a Pedro por su fingimiento y doblez espiritual tanto ante los judíos, como los gentiles (no judíos). Ante los unos Pedro actuaba de una manera, y ante los otros, de otra. Esto sin embargo, no es muy diferente a lo que muchos de nosotros hacemos. Frente a los hermanos de la iglesia el domingo somos una cosa, y de lunes a sábado frente a los demás, somos otra. Es triste, pero es verdad. Si hemos de ser sinceros entonces, a menos que nuestro nombre sea Jesús, y seamos la segunda persona de la Trinidad, todos nosotros estamos en la misma bolsa, es decir, tendemos a ser hipócritas. La hipocresía dice Jesús en Lucas 12.1 es como la levadura, tiene un efecto deformador. Y este efecto deformador actúa de manera invisible al ojo humano, pero también de manera lenta y segura. Poco a poco, la levadura va deformando toda la masa al punto de que cuando usted vuelve a ver lo que ha pasado con la masa, ahora esta masa esta irreconocible, porque está totalmente deformada. Como hijos de Dios, es hora de comenzar a deshacernos poco a poco, y diariamente, de toda esa levadura de hipocresía que llevamos dentro (sea poca o sea mucha). Y es que las maneras en que uno puede llegar a ser hipócrita son tantas, como las razones mismas por las cuales uno es hipócrita. Pero la verdad es que no tenemos por qué andar aparentando algo que no somos, ni tratar de presumir lo que nunca seremos o tendremos. En Cristo lo tenemos y lo somos todo. Vive feliz con lo que tienes y con lo que eres en Cristo Jesús, y deja las apariencias para el mundo que no conoce a Dios. Esta es una labor diaria, y de toda la vida.