“A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor” (Romanos 1.14)
Ser moroso no es bueno, ni con las cosas materiales ni con las cosas espirituales. Se dice que en el año 1860 las autoridades de la ciudad de Nueva York decidieron construir una nueva vía hecha de tablones de madrea para lo que ahora se conoce como la avenida central en el Bronx. Para esto, las autoridades decidieron vender bonos con un 7 por ciento de interés. Desde entonces esos tablones se han podrido y ya no existen, y en vez de eso, la avenida ha sido pavimentada una y otra vez. Sin embargo, el día de hoy, la ciudad de Nueva York sigue pagando el 7% de interés en esos bonos, y de hecho, lo seguirá haciendo hasta el año 2147. Todo, por una vía de madera, que ahora ya ni siquiera existe. En el versículo de hoy Pablo habla de una deuda a pagar. Pero esta deuda no es una deuda monetaria, sino más bien una deuda. De hecho, Pablo va incluso más allá y dice que esta misión, es también una deuda. Esto es un gran recordatorio para todos nosotros que nos llamamos cristianos. Para cualquier creyente el acto de haber recibido el evangelio implica también, el aceptar la obligación de compartirlo. Así que todos estamos endeudados, pero esta deuda es la única deuda en el mundo que nos causa gozo cuando la pagamos, porque la pagamos con moneda celestial, con el evangelio. Como creyentes no es dinero lo que le debemos a todos, sino las buenas nuevas del evangelio de Jesucristo. Ser moroso no es bueno, ni con las cosas materiales ni con las cosas espirituales. Este es un bien día para comenzar a pagar nuestra deuda. Comparte el evangelio, con un mirada, con una sonrisa, con un te quiero, con un versículo. No tengas miedo ni vergüenza de hacerlo. Vergüenza se tiene, cuando uno es moroso y no paga.