Sermón del Dr. Martin Lutero (25 de Abril de 1525)
Cristo Fue Muerto Por Nuestras Transgresiones. (Ro. 4:25)
Que Cristo fue muerto «por nuestras transgresiones» quiere decir que nuestras transgresiones le fueron impuestas a él; él las lleva sobre sus hombros como una carga. Si un asaltante ha sido condenado a muerte, y yo quisiera que quede con vida, lo único que puedo hacer es decir: «Deja a éste con vida; yo estoy dispuesto a morir por él». Entonces, la culpa que pesaba sobre el asaltante recae en mí, de modo que él queda libre tanto de la culpa como del castigo; ya no es un ladrón, porque yo muero en lugar de él; ya nadie debe perseguirle por los crímenes que cometió. Y esto es precisamente lo que hizo Cristo: él, que era Sin pecado, lleva el pecado; él sufrió el castigo que no tenía merecido. Estas palabras no caben en la mente humana —son demasiado sublimes— a menos que el Espíritu Santo me las inscriba en el corazón, es decir, me haga saber con plena certeza que yo no soy un pecador, y que aquel que no tiene por qué morir ni es pecador, cargó con mi trasgresión, y con mi muerte. ¡Muéstrame a un hombre que cree esto! Supongamos que yo sea un homicida: con esto lo he merecido todo, la condenación y todos los horrores del infierno. ¡Y ahora se me dice que debo tener una conciencia libre de temores, que el pecado ya no debe perturbarme para nada! ¿Cómo puede entrar esto en una cabeza humana? ¿Acaso yo no sé muy bien que con mis transgresiones he merecido la muerte? Acabo de decir, refiriéndome a un ladrón: Si ese ladrón ve a otra persona morir en lugar de él, él sabe: yo ya no soy ladrón. Y en efecto, ya no lo es; para él la vida comienza de nuevo. Igualmente, cuando yo llego a ser cristiano, debo darme a mí mismo este glorioso testimonio: Yo no tengo ningún pecado con el que me puedan acusar. Pero ¡observa la larga lista de tus maldades, y tu vida llena de imperfecciones! ¿Cómo te atreves entonces a decir tal cosa? Respuesta: El que no tenía pecado y no merecía la muerte, éste llevó el castigo en lugar mío. Esta preciosa verdad tenemos que aprenderla. – (F)