Mientras Jesús estaba en Jerusalén, en la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en él al ver las señales milagrosas que hacía. Pero Jesús no confiaba en ellos, porque los conocía a todos. No necesitaba que nadie le dijera nada acerca de la gente, pues él mismo conocía el corazón del hombre. (Jn. 2:23-25)
Solo a través del nuevo nacimiento espiritual una persona puede llegar a conocer el verdadero temor a Dios. La naturaleza humana es tan religiosa que fácilmente puede fabricar una apariencia de piedad, o una apariencia moral impresionante; de tal forma que la propia persona se puede auto engañar pensando que su naturaleza interior es tan santificada. Es por esto que no debe de sorprendernos que la corrupción visita a las “mejores familias”. Además no se puede garantizar un comportamiento moral estable, por el mero hecho de haber sacado un doctorado o un masterado. El ser humano únicamente puede escapar a la corrupción, cuando por la gracia de Dios, éste llega a ver la realidad profunda de su pecaminosidad, y desespera por buscar librarse de esta realidad.
Nuestra cultura a través de las últimas décadas fue abandonando poco a poco la ética Judeo-Cristiana, por la atracción del Humanismo, en donde el hombre se constituye en el juez del bien y del mal; y a partir de éste, hizo también su aparición el Pragmatismo, filosofía que determina que “lo correcto” es lo que funciona; y para completar el fundamento ético de nuestra cultura presente, salió a la luz el Multiculturalismo en donde el bien y el mal lo determinan las minorías a través de la consecución de “sus derechos”.
Con este panorama ético, en donde el bien y el mal ya no son determinados por Dios, sino exclusivamente por la experiencia humana, no debe de sorprendernos los límites hacia donde ha avanzado la corrupción. Jesús explicó que del corazón del hombre sale la maldad, como está escrito: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mt, 15:19). Por lo tanto si no se apunta hacia el origen de la maldad en vano seguiremos creando “comisiones anticorrupción”