“…según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1.4)
¿Por qué alguien nos escogería alguna vez para hacer algo? La respuesta a esta pregunta siempre estará acompañada de lo puedo o no puedo hacer en esta vida. Por ejemplo, si alguien me escogiera para hacer algo sería porque tal vez soy bueno para esa actividad en especial, es decir me escogería porque soy muy bueno para la música, el baile, el futbol, basket, pintura, escultura etc. Todo dependería de lo que puedo, o no puedo hacer, y que tan bueno soy en dicha actividad. Sin embargo, esta mañana el apóstol Pablo nos recuerda que Dios nos ha escogido “antes de la fundación del mundo”. Es decir, él nos escogió antes de que podamos demostrarle a él que somos buenos y misericordiosos, que somos guapos al vestirnos a la moda, que somos afiles, hábiles o fáciles de amar. Al escogernos antes de que podamos demostrarle algo, Dios nos enseña que a él no le impresionan habilidades mentales o físicas que tenemos. Pero hay algo más, Pablo nos dice también que Dios nos escogió para que “fuésemos santos y sin mancha delante de él”. Esto significa que el propósito de Dios para mi vida, muy a parte de mis habilidades mentales o físicas, es que vivamos una vida de santidad, es decir alejados del pecado. Así que, si algo podemos recordar este día es que a Dios no le impresiona cuanto puedo alzar con mis músculos, o que tan alto es mi coeficiente intelectual. Lo que sí le impresiona es una vida llena de santidad. En pocas palabras, más vale ser flaco y ordinariamente inteligente, pero con corazón apartado del pecado, que ser Sansón y Salomón, con un corazón lleno de lujuria y pecado.