Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. (Ro. 1:17)
Hace 499 años que resurgió el corazón del evangelio, el mismo que es “La justicia de Dios”. Frase que perdió su significado especialmente durante la edad media, y que por esta razón toda la cristiandad fue sumida en obscuridad. Sin embargo Dios, cuya compasión se inflama por la salvación del hombre, sacó nuevamente a luz su verdadero significado a través de la reforma protestante iniciada el 31 de Octubre de 1517, y encabezada por Martin Lutero.
Lutero siempre había comprendido que “La justicia de Dios” significaba “La justa ira de Dios contra la maldad humana”, y debido a esta interpretación veía que nadie tenía esperanza de salvación, por cuanto la naturaleza depravada del hombre no puede por ningún medio dar satisfacción a la santidad de Dios, ni a las justas demandas de Su ley. Pero por aquel tiempo, al estudiar la epístola a los romanos, y al percatarse del texto: “Mas el justo por la fe vivirá”, Lutero comenzó a tener una nueva comprensión de “La justicia de Dios”. Llego a comprender que somos salvos por una justicia que no es nuestra, sino que nos es acreditada de parte de Dios, como un regalo, por medio de la fe. Esto lo vemos expresado en uno de sus escritos: “Nuestro muy misericordioso Padre envió a Su Hijo al mundo y coloco sobre él los pecados de todos los hombres, diciéndole: Se tú Pedro, el negador; Pablo aquel perseguidor, blasfemo y cruel opresor; David el adúltero; se tú el ladrón que colgó sobre la cruz; en fin, se tú la persona que ha cometido los pecados de todos los hombres, y asegúrate que pagues y satisfagas a todos los mandamientos de la ley de Dios. Entonces, El Padre Celestial, se inclina sobre Él y le da muerte. Y es por este medio, que el mundo entero queda hecho justicia, por cuanto El Hijo de Dios pago por todos los pecados”.
Y es a través de ésta justicia, que tú y yo podemos ser salvos.