“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. Efesios 4.32
Sin importar donde vemos parece que encontramos destrucción, dolor, sufrimiento, falta de perdón, falta de misericordia y amor. Y todos en algún punto de nuestras vidas nos preguntamos ¿Por qué? Sin embargo, tal vez la respuesta a esta interrogante está más cera de lo nos esperamos. Cuanto dolor, sufrimiento y caos, conflictos grandes y pequeños se pudieran resolver hoy mismo, si tan solo aprendiéramos a pedir perdón y a perdonar. Pienso en las guerras que se pudieran evitar, si no pensáramos tan solo en los intereses propios sino también en los de los demás. Pienso, en cuan diferente sería mi nación, si tan solo fuera más inteligente y votara por alguien mejor. Pienso en lo mucho y más atractiva que podría ser mi ciudad, si aprendiera un poco más lo que es el cuidar. Pienso en lo mejor que estaría mi barrio, mi familia, mi vida personal y espiritual si tan solo me atrevería a ser “radical” y practicar lo que Dios me manda en su palabra. La verdad de nuestra realidad es que, si el mundo no ha cambiado aun, es porque yo mismo no he comenzado a cambiar y a ser benigno, misericordioso, y perdonador como Dios me manda a serlo. ¿Cuánto dolor y sufrimientos nos ahorraríamos? ¿Cuántas guerras se evitarían? ¿Cuánto mejor luciera mi ciudad mi barrio y mi vida si tan solo obedeciera a Dios? La respuesta a ¿por qué el mundo luce así tan mal? en gran parte se encuentra en mi mediocridad espiritual. Pero hoy es un bien día para empezar, todo creyente tiene la capacidad de amar, perdonar ser misericordioso etc. y hacer de su vida, de su familia, de su barrio, de su país y de este mundo, un lugar mejor.